lunes, 19 de diciembre de 2016

En plena época de Adviento traemos a nuestras páginas a J. S. Bach con varios discos de cantatas así como una de las más interesantes versiones de su Oratorio de Navidad. Empezaremos con un disco imprescindible de cantatas navideñas (las fechas obligan) del a veces anodino Philippe Herreweghe; seguiremos con dos volúmenes de la integral de Ton Koopman, las cautivadoras lecturas de Thomas Quasthoff de cantatas para bajo y terminaremos con la versión del Oratorio de Navidad por René Jacobs. Les deseo una lectura pausada y entretenida acompañada por la siempre gratificante música del Cantor de Leipzig y una buena taza de té a mano. Disfruten y... ¡Feliz Navidad!

Y si del Bach coral hablamos siempre tengan cerca las versiones de John Eliot Gardiner y Karl Richter. ¿Antagónicas? Y qué, en la disparidad está la verdadera esencia del disfrute y del conocimiento.

(Todas las entradas fueron publicadas originalmente en la revista Filomúsica entre 2002 y 2005)

EL MEJOR HERREWEGHE  



Herreweghe vuelve a Bach con un doble disco de cantatas que incluye también la primera versión del Magnificat, la BWV 243a. Grabados con un año de diferencia seguramente la intención original era publicar ambos discos por separado aunque al final se decidiera juntarlos y sacarlos al mercado bajo el título de “Leipziger Weihnachtskantaten” (Cantatas de Leipzig para la Navidad), ya que todas las obras fueron interpretadas durante sus años en Leipzig en época navideña. De hecho la versión del Magnificat que aquí se nos presenta, compuesta en su primera temporada en la ciudad, fue estrenada un 25 de Diciembre de 1723 en la Iglesia de San Nicolás (precedida de la cantata Christen, ätzet diesen Tag BWV 63 también recogida en el disco) y repetida al día siguiente en la Iglesia de Santo Tomás.

Últimamente habíamos encontrado el Bach de Herreweghe algo flojo y descolorido. Aquí nos ha sorprendido, especialmente en el segundo disco grabado en Diciembre de 2002. Su Bach suena elegante y fluido como siempre pero ahora le ha añadido una buena dosis de brío e intensidad. La claridad y transparencia en las texturas es total, los tempi cabales, la profundidad en el enfoque manifiesto y además con ese punto de vigor y entusiasmo que pensábamos perdido. El coro del Collegium Vocale es excepcional con una técnica y seguridad apabullantes y lo que es más importante, fervor y sinceridad hacia lo que cantan.
Herreweghe ya había grabado la versión del Magnificat en Re mayor (HM, 1990) con un cuarteto solista donde destacaban Peter Kooy y Gérard Lesne (su “Esurientes” sigue hoy a la cabeza por su musicalidad, técnica vocal y expresividad). La nueva versión presenta pequeños cambios en cuanto a orquestación e incluye cuatro interpolaciones navideñas; entre ellas, un delicioso dueto para soprano y barítono “Virga Jesse fluorit”. También la tonalidad, Mi bemol mayor, es diferente. 
Herreweghe da en la diana desde el famoso comienzo -festivo, burbujeante y contundente- y se supera a sí mismo en relación con su anterior grabación que además se veía perjudicada por una toma sonora poco transparente y en exceso resonante. Tanto la orquesta con una cuerda luminosa y unos metales poderosos como el coro son superiores ahora (impresionante el “Fecit potentiam”).

En cuanto al cuarteto solista, todos convencen lo suficiente salvo quizás la mezzo Ingeborg Danz que resulta algo desaborida. Su “Esurientes” es sereno pero frío, a años luz de la arrebatadora lectura de Lesne. Ni siquiera Charles Brett, que sabía un rato de como provocar éxtasis en el oyente, le supera y es que la apresurada dirección de Gardiner (Philips) le da pocas opciones. Tampoco Koopman (Erato) con la deficiente Bogna Bartosz tiene nada que hacer. 
Carolyn Sampson sigue la línea trazada en el pasado por sopranos como Emily van Evera o Nancy Argenta en cuanto a transparencia vocal y añade brillantez y cierta expresividad. Mark Padmore, tenor de bello timbre, elegante y delicado fraseo aunque un punto afectado, hace un valiente “Deposuit”. El joven Sebastian Noack tiene voz y estilo y recuerda por momentos al juvenil Fischer-Dieskau (sea interpretado esto como un cumplido).
La versión de la cantata Christen, ätzet diesen Tag BWV 63 presenta equilibrio vocal, fluidez rítmica, profundidad y brillantez interpretativas. Intenso y poético resulta el dúo "Gott, du hast es wohl gefüget" donde el oboe de Marcel Ponseele -hoy como ayer- sigue siendo una delicia. El posterior dúo para soprano y tenor es igualmente bello con un Mark Padmore ágil e inspirado. Disco sobresaliente por casi todo y que puede presumir de una claridad y presencia sonoras superiores a todas las otras versiones manejadas.

El primer disco no alcanza la excelencia del segundo pero así todo contiene interesantes versiones de las tres cantatas propuestas, en particular, la bellísima Ich freue mich in dir, BWV 133. Herreweghe y su Collegium Vocale muestran elegancia, trascendencia y claridad expositiva. El coro siente lo que canta “Ich freue mich in dir” (Me regocijo en ti) y así lo transmite al oyente. A gran nivel está la famosa aria para contralto “Getrost!” aunque para darle el cum laude haría falta una voz de mayor enjundia que la de Ingeborg Danz. En general, la versión ofrece una buena alternativa a la menos refinada de Ton Koopman (Challenge Classics). 
El cuarteto vocal presenta dos diferencias en relación con el disco anterior. En lugar de Carolyn Sampson encontramos a Dorothee Blotzky-Mields. Herreweghe parece favorecer voces ligeras, sin vibrato pero algo asépticas. La alemana muestra además escasa elasticidad y nula expresividad. La verdad es que su interpretación nos ha dicho bien poco y dentro del mismo patrón de voz optaremos por Sampson. El conocido Peter Kooy interpreta bien la gran aria “Johannis freudenvolles Springen” de la BWV 121 y aunque posiblemente Klaus Mertens cante con más autoridad y ornamente con gusto, la vitalista dirección de Herreweghe hace que prefiramos su versión a la ahogada de Koopman.

En conclusión, un álbum que nos ha devuelto al mejor Herreweghe en uno de sus mejores discos hasta la fecha. Ahora sólo faltaría que escogiera mejor las voces femeninas. 

 
REFERENCIAS:
J.S: BACH: Leipziger Weihnachtskantaten: Christen, ätzet diesen Tag, BWV 63; Gelobet seist du, Jesu Christ, BWV 91; Christum wir sollen loben schon, BWV 121; Ich freue mich in dir, BWV 133; Magnificat, BWV 243a. Dorothee Blotzky-Mields & Carolyn Sampson, sopranos. Ingeborg Danz, mezzo. Mark Padmore, tenor. Peter Kooy & Sebastian Noack, bajos. Collegium Vocale Gent. Philippe Herreweghe, director. HARMONIA MUNDI. HMC 801781.82. 2 SACDs.
Página web: www.harmoniamundi.com



HERREWEGHE RETRATADO 



Philippe Herreweghe mostró interés por la música coral muy pronto. De niño fue corista en un colegio jesuita. Más tarde se convirtió en director de coros del mismo colegio. Tras su paso por el conservatorio de Ghent (Bélgica) y mientras estudiaba psiquiatría en la facultad, fundó un coro amateur de doce voces "a mayor gloria de Bach". De aquella época nacen sus mayores influencias musicales personificadas en Gustav Leonhardt con el que gracias a un golpe de suerte tuvo la suerte de colaborar en la primera grabación completa de las Cantatas de Bach para Telefunken. El mismo reconoció que tras la experiencia no tuvo la menor duda de donde estaba su futuro. Hasta ese momento compaginaba su afición por la música con el trabajo de psiquiatra en un hospital. Poco después abandonaría la práctica médica para dedicarse a la música profesionalmente.
 
Muchos piensan que la foto de una persona puede dar información sobre su carácter o personalidad y -si nos aventuramos un tanto y lo aplicamos a lo que aquí nos ocupa- puede decir algo sobre su forma de hacer música. Según esto, si miramos a muchas de las fotos que ilustran los discos de Herreweghe, podríamos pensar que el director belga es un hombre de poca chispa, introvertido y aburrido, muy estudioso y algo asceta. Y como diría un amigo “además parece que nunca ha comido caliente”. Curiosamente algunas voces - las mismas que suelen favorecer el Bach anglosajón, más brillante y contundente- han tildado muchas veces su Bach de aburrido, pálido, poco brillante, falto de aliento y demasiado espiritual. ¿Es ésta una descripción apropiada para un hombre que ha dedicado la mayor parte de su vida al universo coral de Bach*? ¿Dice su foto algo de esto ...?

¿Cómo podemos describir entonces su Bach? Hace pocos meses en estas mismas páginas comentábamos su primera versión de la PSM. Allí decíamos: “Desde sus comienzos Herreweghe se caracterizó por establecer un puente entre la profundidad espiritual de la vieja guardia alemana y el uso de instrumentos originales y de voces entrenadas en el barroco. Poco convencido por las teorías minimalistas y poco provocador, el Bach de Herreweghe reúne profundidad, transparencia y fluidez rítmica.” En nuestra opinión, aplicar adjetivos como "aburrido" o "pálido" a su Bach no es atinado aunque algo de verdad encierra, aparente sobre todo en los resultados corales. Precisamente tanta contemplación y espiritualidad le llevan a caer en cierta blandura y flaccidez y de ahí la impresión de que la fuerza arquitectónica y dramática de la música se vean un tanto resentidas. Todo lo contrario al poderío de un Harnoncourt, la brillantez de un Gardiner o la vivacidad y fantasía de un Koopman. Efectivamente el Bach del belga es profundo y espiritual, hasta místico si se quiere (y a algo así debe sonar la música coral de Bach) pero a veces le falta energía y mordiente. Por contra, la perfecta afinación, la atención al texto, el fraseo preciso y la claridad polifónica de su magnífico coro son constantes reconocibles en el Bach de Herreweghe. Tampoco
 muestra nada de la rigidez prusiana de anteriores maestros germanos.

Todas estas características que hemos aquí perfilado en búsqueda de respuestas las podemos encontrar en este nuevo disco de cantatas. Con él, Herreweghe continúa -sin prisa pero sin pausa- su paseo por las cantatas de Bach, picando aquí y allá en el vasto corpus coral de Bach. Esta vez ha elegido tres obras poco conocidas, compuestas para el domingo de la Trinidad entre 1723 y 1725. De hecho, las versiones rivales pertenecen a las varias integrales que hay en el mercado actualmente. De las tres cantatas la más famosa es la BWV 20, O Ewigkeit, du Donnerwort, de idéntico texto al de la BWV 60, una de las más bellas cantatas de Bach.

La BWV 20 tiene gran interés musical y es una de las más largas (cuatro arias y un dueto más los habituales recitativos y corales). Comienza con un espectacular coral en forma de obertura francesa que recuerda mucho a alguna de las suites orquestales de Bach hecho aquí sin demasiada majestuosidad e impacto dramático, como con pocas ganas (aquí se muestra la palidez apuntada antes). 
En esta cantata encontramos dos de las arias más bellas de todo el disco, ambas para bajo. La primera, “Gott ist gerecht”, muy lírica y placentera, con oboe obligado. Tanto Peter Kooy como el veterano Marcel Ponseele al oboe dan a la música el encanto exacto apoyados ambos por el fluido tempo marcado por Herreweghe. La segunda, “Wacht auf, wacht auf”, de tono justiciero y que incluye trompetas (quizás poco contundentes aquí) vuelve a tener en Kooy un traductor ideal; su dicción es inmaculada, además de ornamentar con valentía y pulcritud. Ya se sabe, hoy como ayer, Kooy es uno de los mejores servidores de Bach.
También destacaremos el interesante dueto “O Menschenkind” para soprano y tenor, acompañado sólo por el bajo continuo, que nos permite disfrutar de la voz de Jan Kobow, una voz ligera de gran atractivo por su dulzura y adecuación estilística y la de la soprano, Johannette Zommer que está aun mejor en su aria “Dein sollst hell beliebter Schein” de la BWV 176. Jan Kobow también luce su bello timbre y su buen hacer en sus otras arias solistas. De la contralto, Ingeborg Danz, de voz oscura pero de escasa agilidad e identidad, anotaremos su “Ermuntert euch” para oboe d’amore, donde parece moverse con mayor comodidad que en “Tilg, o Gott, die Lehren” (BWV 2).

En definitiva, estamos ante un disco que muestra todo lo bueno y también algo de lo malo del Bach de Herreweghe. Amplitud y recogimiento en los momentos más líricos y reposados y cierta apatía en otros de más fuerza o brillantez. Por su contenido poco transitado no podemos recomendarlo a quienes deseen empezar su periplo por las cantatas de Bach (éstos pueden acudir a varios de los títulos discográficos de Herreweghe para HM) pero sí a los ya iniciados pues seguramente no duplicarán ni una sola obra.

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*Bach, Mozart, Beethoven, Schubert, Mendelssohn, Brahms, Berlioz, Fauré, Bruckner... ¿Por qué tan pocos autores barrocos en su discografía? ¿dónde están Handel, Telemann o Zelenka? Resulta sorprendente pero este reputado músico, uno de los auténticos “Founding Fathers” del movimiento historicista centroeuropeo, con montones de discos dedicados a Bach, no tiene, por ejemplo, ni una sola grabación de Handel, ni siquiera de un oratorio. Hasta Karl Richter -nombre ligado a Bach como ninguno- tiene en su haber no pocas grabaciones de Handel. Para el belga el sajón debe ser un compositor poco místico y espiritual, es decir, “humano, demasiado humano” (No debe sorprender que, después de Bach, el compositor más admirado por el director sea Anton Bruckner, al que ha comparado en no pocas ocasiones con el Cantor de Leipzig por su monumentalidad y espiritualidad).
 
REFERENCIAS:
J.S. BACH: Ach Gott, vom Himmel sieh darein BWV 2. O Ewigkeit, du Donnerwort BWV 20. Es ist ein trotzig und verzagt Ding BWV 176. Johannette Zomer, soprano. Ingeborg Danz, contralto. Jan Kobow, tenor. Peter Kooy, bajo. Collegium Vocale Gent. Philippe Herreweghe, director. HARMONIA MUNDI HMC 901791.
Página web: www.harmoniamundi.com



NUEVA ENTREGA DE CANTATAS DE J.S. BACH POR TON KOOPMAN  


El proyecto de ERATO y Ton Koopman de grabar todas las cantatas de Bach dio comienzo en 1995 cuando se publicó el primer álbum y finalizará, si no hay imprevistos, en el año 2006. En realidad, poco tiempo si lo comparamos con proyectos anteriores: la de Helmuth Rilling grabada entre 1969 y 1985 (Hänssler) y la de Harnoncourt/Leonhardt, entre 1970 y 1988 (Teldec). 
Quizás John Eliot Gardiner habría sido el único en haberlas grabado en un tiempo record, y en condiciones únicas, pero su proyecto para el año Bach (2000) se malogró casi antes de empezar (*ver comentario abajo). La sorpresa llegó de la mano de Pieter Jan Leusink, el Holland Boys Choir, un coro no-profesional y el Netherlands Bach Collegium que grabaron la integral para Brilliant Classics en sólo quince meses. Otra edición actualmente en progreso es la del Bach Collegium Japan dirigida por Masaaki Suzuki para BIS cuyo Bach ha cosechado buenas críticas hasta ahora. Por tanto, en pocos años el aficionado tendrá a su disposición al menos cinco integrales, eso sin contar otras contribuciones discográficas de peso ya existentes como la de Karl Richter. Todo un lujo pues el abanico de estéticas y criterios interpretativos será amplio.

Este último volumen (nº 12 de un total de 20) consta de 11 cantatas pertenecientes al periodo de Bach en Leipzig, concretamente a las compuestas durante los años 1724 y 1725. De las incluidas en este triple álbum, la más famosa es indudablemente la titulada Jesu, der du meine Seele BWV 78. Pero también hay otras conocidas como Was willst du dich betrüben BWV 107 y otras de mucho interés como Gelobet seist du, Jesus Christ BWV 91, Liebster Gott, wenn werd ich sterben? BWV 8 o la que abre el primer disco, Ach Herr, mich armen Sünder BWV 135. A diferencia de otros que siguen el orden del Bach Werke Verzeichnis (BWV), Koopman ha optado por el orden cronológico en su edición lo cual supone una mayor coherencia y la posibilidad de palpar fácilmente la evolución de las composiciones corales de Bach. Tanto la orquesta como el coro es de efectivos reducidos lo cual aporta un mayor intimismo en las interpretaciones y una transparencia tímbrica a la que Koopman nos tiene acostumbrado. Koopman es más práctico que otra cosa y suele hacer énfasis en los aspectos musicales más que en los contemplativos sin por ello ignorar la atmósfera adecuada para estas composiciones. Todas las grabaciones se realizaron en la Waalse Kerk de Amsterdam en la que Koopman ha hecho varias grabaciones como organista a lo largo de su carrera.

La orquesta y el coro son técnicamente impecables pero el mayor atractivo de la grabación es el cuarteto solista del que Koopman se ha rodeado. Lisa Larsson es una soprano de voz fresca, cristalina y sin vibrato pero con la suficiente expresividad para dar sentido al texto. Su voz, algo pequeña, transmite la delicadeza y fragilidad del ser humano contenida en el intenso coral “Kein Frucht das Weizenkörnlein bringt", BWV 114. Está especialmente bien en el recitativo y coral "Der Glanz der höchsten Herrlichkeit", BWV 91 de voz penetrante, expresiva y ejemplar dicción. Se le podía pedir más en ciertos momentos pero en general se acopla bien al criterio interpretativo de Koopman. Lo mejor son sus partes a dúo con Annette Markert. Como ejemplo de la compenetración y la adecuación de ambas para este repertorio sirva el dúo “Wie eilen mit schwachen, doch emsigen schritten” de la BWV 78, una de esas ocasiones en que todo está perfectamente hecho. Koopman al órgano elige el tempo ideal en el que la música fluye de manera natural y las dos solistas bordan una pieza de una fuerza y espíritu increíbles. Uno no se cansa de escucharlo. (En la BWV 116 la breve parte de soprano está cantada por Sibylla Rubens)
Annete Markert, una contralto a la antigua usanza con un color de voz precioso, nos revela un instrumento templado, denso y expresivo con ajustadas ornamentaciones en arias como “Ach, unaussprechlich ist die Not”, BWV 116 o en “Du machst, o Tod, mir nun nicht ferne bange”, BWV 114 donde su lectura es mucho más centrada, comunica más que la de Julia Hamari (Rilling) de tempo insostenible. Habrá que estar muy atentos a esta cantante alemana cuya voz parece ideal para papeles de Bach y Handel.

El tenor Christoph Prégardien aporta toda su experiencia en el canto barroco y en el lied alemán para desgranar el texto con sentido y claridad. Además, su instrumento, algo baritonal, muestra delicadeza en la emisión, contrastes dinámicos y un bello legato a la altura de grandes tenores bachianos como Peter Schreier. Su larga aria “Wo wird in diesem Jammertale”, BWV 114 con la intensa travesera de Hazelzet o la tenebrista “ Und wenn der harte Toddesschlag”, BWV 124 son buena muestra del nivel de su contribución. La primera de las arias, en todo caso, mucho mejor que la de Kurt Equiluz (Rilling) de tono lloroso que quizás pone demasiada carne en el asador. (Helmuth Rilling con toda su profundidad y su carga expresiva no hace más que repetir lo hecho por Karl Richter antes, sin tener su genio, y en general, con un plantel inferior de solistas) Otra interpretación redonda del tenor la encontramos en el aria “Drum ich mich ihm ergebe”, BWV 107 con un tempo efervescente, bellísimo el laúd de Mike Fentross en el continuo, y un Prégardien en plena forma en comparación con Howard Crook (Herreweghe) de línea de canto más que adecuada pero interpretación plana. 

El también alemán Klaus Mertens es uno de los habituales en el ciclo de Koopman y no es de extrañar. Sus partes son de especial relevancia y no siempre está bien servidas en otras voces. Su instrumento resonante sin demasiado peso, ágil y flexible le convierte en una cantante ideal para Bach. Su aria “Auf ihn magst du es wagen” BWV 107 supera a la lectura de Peter Kooy (Herreweghe) algo borrosa y sin la definición y articulación de Mertens. Igual de bien interpretada está "Doch weichet, ihr tollen, vergeblichen Sorgen", BWV 8 con flauta obligada en una lectura que derrocha musicalidad y autoridad apoyada por la ágil y suave travesera de Hazelzet. De esta aria se incluye también una versión posterior del aria para bajo, flauta y oboe d'amore.

A estas alturas parece innecesario alabar el Bach de Koopman, sólo diremos que su a veces falta de penetración está más que compensada por el carácter rítmico, burbujeante y espumoso en los movimientos rápidos y acariciantes en los lentos, muy preocupado por la acentuación (punzante coro inicial de la BWV 111) y que también él mismo imprime desde el continuo con su característica frescura, sin caer nunca en la superficialidad. Los principales solistas de la orquesta son nombres conocidos dentro del panorama de la música de antigua: Margaret Faultless, primer violín, Jonathan Mason, cello, Alfredo Bernardini, oboe y Wilbert Hazelzet, flauta travesera. La documentación prevista por ERATO para un proyecto de esta importancia es algo insuficiente con unas notas casi telegráficas que aunque firmadas nada más y nada menos que por Christoph Wolff no parecen estar a su altura habitual.

En definitiva, un triple con música coral de Bach en el que aficionado descubrirá cantatas no demasiado conocidas pero a la altura de otras de mayor fama, en interpretaciones de altísimo nivel que nunca cansan, ni dejan de interesar y sorprender. 
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*Gardiner tenía previsto interpretar durante el año 2000 todo el corpus de cantatas en cincuenta iglesias repartidas por varios países del norte de Europa y siguiendo escrupulosamente las fechas para las que habían sido compuestas. Las interpretaciones en directo iban a ser grabadas por el sello amarillo (Deutsche Grammophon) y publicadas semana a semana. Como el coste habría sido elevadísimo desde un principio se acordó que Gardiner correría con los gastos artísticos (coro, solistas y músicos) y DG se haría cargo de los gastos de producción. Estamos hablando, por tanto, de grabaciones que el propio artista debe pagar si quiere hacerlas o dicho de otro modo, sólo el que pueda pagarlas podrá hacerlas. Esto invita a la reflexión pero sigamos con la historia...

El caso es que dos meses antes de empezar el peregrinaje, DG se desvincula del proyecto aduciendo razones de mercado. Gardiner, atónito, demanda a la discográfica por incumplimiento de contrato. Efectivamente el contrato de Gardiner con DG contemplaba un total de 59 discos de cantatas de Bach. Pero la sangre no llega al río. Antes de llegar a los tribunales, DG hace una oferta al director británico: DG sacará un total de 12 discos al mercado, uno al mes. Gardiner es libre de llamar a otra puerta con su proyecto, cosa que no hace (probablemente la respuesta no habría sido muy diferente). El proyecto siguió adelante con los conciertos en vivo por media Europa pero las nuevas grabaciones publicadas por DG fueron escasas. Como más tarde se pudo saber, se reciclaron los tres discos de cantatas que Gardiner había grabado diez años antes para Archiv/DG y hasta desempolvado algunas cantatas que el sello no había publicado en su día. Hay que pensar que todas estas decisiones tuvieron la aprobación de Gardiner.

En resumen, un proyecto pionero y original que se va al traste para luego maquillarlo con una solución que representa un escaso 20% del proyecto inicial. Al final, la edición se ha quedado más pequeña que la antigua incompleta que ya tenía Archiv a cargo de Karl Richter, de 26 discos. En fin, todo un logro en el año Bach por parte de uno de los sellos históricamente más vinculados a la obra de Bach.



COMO DECÍAMOS AYER...


Hace año y medio iniciábamos nuestro comentario al Vol. 12 de las Cantatas de Bach por Ton Koopman así: “El proyecto de Erato y Ton Koopman de grabar todas las cantatas de Bach dio comienzo en 1995 cuando se publicó el primer álbum y finalizará, si no hay imprevistos, en el año 2006.” Pues, la última frase parecía premonitoria, pues, poco después Warner Classics anunciaba la cancelación del proyecto aduciendo los habituales argumentos de altos costes y bajas ventas. La noticia cayó como un verdadero jarro de agua fría no sólo en Koopman que veía abortado el proyecto al que más estudio y tiempo había dedicado sino también en el elevado número de aficionados de todo el mundo que habían ido comprando, uno a uno, los doce volúmenes. 
Tras varios meses de incertidumbre y fracasadas negociaciones, Koopman se veía obligado a crear su propio sello, como sub-sello bajo el holandés Challenge Classics, si quería continuar adelante con el proyecto (otro músico de élite más convertido en artista-promotor-empresario). Warner perdía así a uno de sus artistas de mayor relieve gracias al cual Erato -y en menor medida Teldec- han conseguido hacerse con un nutrido y envidiable catálogo bachiano que también se extiende a otros compositores como C.Ph.E. Bach, Handel, Telemann, Biber, Mozart, Haydn, etc.

A comienzos de este año se hizo oficial la reanudación del ciclo completo de cantatas de Bach. Según este acuerdo, Challenge Classics no sólo irá añadiendo volúmenes a la colección, a razón de tres al año, sino que irá reeditando los ya aparecidos. El caso es que el volumen nº 13 que sale ahora ya estaba grabado antes de la cancelación como, según parece, también lo estaban los dos siguientes. No estamos seguros de que los que hayan iniciado el ciclo en su día querrán continuarlo ahora con un diseño totalmente diferente al original. De lo que sí estamos seguros es que Erato rebajará los volúmenes que aún mantenga en stock y lo propio harán las tiendas para dar salida a este material 'repetido'.

Esta nueva entrega reúne nueve cantatas pertenecientes al segundo ciclo de cantatas de Leipzig. Entre ellas, varias conocidas como la que lleva el número 1 en el catálogo de Schmieder, Wie schön leuchtet der Morgenstern, BWV 1 con su sensacional coro inicial,  seguida por la cantata para el Adviento, Nun komm, der Heiden Heiland, BWV 62 o la compuesta para el 5º Domingo después de la Trinidad, Wer nun der lieben Gott läst walten, BWV 93.

De las varias integrales que están en curso, la de Koopman es junto a la de Suzuki (Bis) la más interesante como la crítica ha puesto de relieve en más de una ocasión. Koopman es un consagrado intérprete de Bach en sus facetas de organista, clavista y director. No se adhiere a los principios minimalistas aunque utilice una orquesta y coro de dimensiones reducidas. Siempre protagonista es el bajo continuo reforzado para la ocasión con laúd lo cual aporta una especial sonoridad en algunas arias. Igual de protagonista es el coro, uno de las mejores bazas de esta edición junto a la orquesta. De hecho, en la conjunción de coro y orquesta es cuando Koopman obtiene los mejores resultados. Puede que a veces se eche en falta el vigor y entusiasmo de un Gardiner en los coros iniciales (“Nun komm der Heiden Heiland”) pero Koopman sabe dar el grado justo de contemplación, aspecto en el que Gardiner se queda corto. A veces elige tempi innecesariamente rápidos aunque -a diferencia de Gardiner- con ello no llegue a sacrificar la atmósfera general de la obra.

En cuanto a los cantantes hay un poco de todo. Deborah York parece que debuta en la serie de cantatas y quizás sea la que menos nos convence del cuarteto solista. York es una soprano de escasa expresividad y elasticidad en su instrumento. Su fraseo tampoco resulta atractivo y sólo los muy convencidos en las técnicas de canto historicistas verán algo más positivo. La soprano muestra mayor calidez en ‘Meinem hirten bleib’ de la BWV 92 y es idealmente acompañada por un melancólico oboe d’amore, laúd y el pizzicato de la cuerda. En cualquier caso, son preferibles las aportaciones de Lissa Larson o Sibylla Rubens en anteriores entregas. 
La contralto Franziska Gottwald posee una voz sin mucha entidad pero muestra estilo y buen gusto. Es justo destacar su templada y sosegada versión de ‘Wie furchtsam wankten meine Schritte’ de la BWV 33 acompañada por violines con sordina y un delicioso laúd que hace las veces de la cuerda en pizzicato. Una decisión original y que hace ganar a la ya de por sí peculiar tímbrica del aria. Esperemos que Koopman siga contando para sucesivas entregas con Annette Markert, la voz que tanto nos gustó en el anterior volumen.

El tenor Paul Agnew es conocido por su versatilidad en todo tipo de repertorio barroco sea alemán, inglés o francés. Aquí tiene la responsabilidad de cantar algunas de las arias más bellas que Bach compuso para su cuerda y no lo hace nada mal salvo algún que otro manierismo, algo habitual en tenores de la escuela inglesa. La voz de Agnew es pequeña pero fluye con naturalidad en ‘Bewundert, o Menschen’ de la BWV 62. También sabe aplicar los reguladores para ganar en expresividad. Sin embargo, su versión palidece cuando la comparamos con la luminosidad de un Peter Schreier cuyo aliento, timbre y categoría no tienen rival (Mauersberger, Leipzig Classics). Koopman tampoco ayuda con un acompañamiento algo rutinario y parco en expresividad. El director plantea mejor la otra aria famosa para tenor ‘Man halte nur’ aunque marque un tempo en exceso moroso. Agnew canta con dulzura pero parece adormecido en la coloratura y en todo caso no transmite el torrente de musicalidad y belleza de un Schreier, absolutamente pletórico con Karl Richter (Archiv). En la versión de Herreweghe (Virgin), Howard Crook canta con gusto y frescura pero el director lleva el aria a saltitos. Para que luego hablen de Gardiner...

Klaus Mertens, uno de los miembros fijos en plantilla, es un cantante de voz bien entrenada aunque algo mate, de fácil coloratura e intencionalidad y que se pliega bien al concepto de Koopman. Su versión de la conocida ‘Streite, siege, starker Held’ -que se presenta aquí primero para voz y bajo continuo y luego para cuerda en versión alternativa- suena poco heroica si la comparamos con Olaf Bär para Gardiner, que en esta cantata supera a Koopman. Mertens convence más en ‘Das Stürmen von den rauhen Winde’ BWV 92, en una lectura enérgica y a su modo tormentosa.

A pesar de que algunas cantatas estén mejor servidas por otros, Koopman mantiene el alto nivel de esta edición cuya continuidad parece finalmente garantizada. La presentación del nuevo sello mantiene la línea habitual de Erato para este proyecto -ni mejor, ni peor- con las telegráficas anotaciones de Christoph Wolff y un libreto que incluye textos y traducciones a los idiomas de siempre. 

REFERENCIAS:
J. S. BACH: Edición Cantatas, Vol 13. BWV 1, 62, 96, 38, 93, 33, 133, 122 & 92. Deborah York, Franziska Gottwald, Paul Agnew, Klaus Mertens. The Amsterdam Baroque Orchestra & Choir. Ton Koopman, director. CC72213.


THOMAS QUASTHOFF CANTA BACH

 

 
De Thomas Quasthoff nos llega un disco dedicado íntegramente a Bach con las tres cantatas para barítono que se encuentran entre las más famosas del compositor de Eisenach: Ich will den Kreuzstab gerne tragen BWV56, Der Friede sei mit dir BWV158 e Ich habe genug BWV82.

Es evidente que todo barítono alemán, tarde o temprano, debe abordar Bach y así competir con las grandes figuras de su cuerda en uno de los campos más apreciados para un cantante de la esfera germana. Quasthoff no lleva Bach al disco por primera vez -entre otras grabaciones participaría en la integral de cantatas de Rilling para Hänssler- pero grabar un disco de cantatas en solitario le hace medirse directamente con otros grandes barítonos alemanes que hicieron lo propio en el pasado. Fischer-Dieskau grabaría estas mismas tres cantatas bajo la dirección de Karl Richter (DG) además de alguna versión suelta con otros directores. Hermann Prey y Hans Hotter también dejarían grabaciones de algunas de estas cantatas y más recientemente Olaf Bär y Matthias Göerne harían el mismo programa junto a Schreier (EMI) y Norrington (Decca) respectivamente.

Quasthoff, que es una referencia en el mundo del lied alemán, aplica todos sus recursos liedirísticos a estas partituras. No sólo su dicción es ejemplar sino que su forma de acentuar, su fraseo y su amplia gama dinámica nos hace pensar que estamos escuchando un lied de Schubert o Schumann. A pesar de ello Quasthoff nunca carga demasiado las tintas y, según se mire, parece quedarse un tanto en la superficie especialmente si le comparamos con Fischer-Dieskau. Pongamos algún ejemplo: en “Mein Wandel auf der Welt”, recitativo que precede a la famosa aria “Endlich, endlich wird mein Joch”, Quasthoff es capaz de acariciar las palabras bajo el oscilante tema del violonchelo pero mostrando cierto distanciamiento y sin el “mágico” intervencionismo de Fischer-Dieskau. Sólo hay que comparar como ambos atacan la palabra “Welle”; mientras Quasthoff hace un legato algo soso, el berlinés nos entrega un insólito staccato, absolutamente genial. 
Por su parte en “Ich bin bei dir” ambos aplican el mismo enfoque, es decir, ambos parecen entender la frase de la misma manera pero una vez más, Fischer-Dieskau es más intervencionista con el texto añadiendo un punto de mayor expresividad a la frase. No es que Quasthoff no dé la talla, vaya si la da, pero Fischer-Dieskau está en otra dimensión. 
Cuando llegamos al aria “Ich habe genug” Quasthoff transmite la aceptación ante la muerte con un tono entre melancólico y resignado. Uno de sus momentos más inspirados lo encontramos en “Schlummert ein, ihr matten Augen”, parte central de la cantata y una de las más bellas arias de Bach. Aquí Quasthoff muestra control vocal y equilibrio expresivo además de transmitir placidez, delicadeza y serenidad. Pero una vez más nos quedaremos con la versión de Fischer-Dieskau. El berlinés, que cumple este mes 80 años, nos entrega una lectura auténticamente sublime: comunión con el texto, dominio expresivo del instrumento, derroche de claroscuros e infinidad de matices. En el da capo la concentración es máxima, el abandono absoluto, la llegada de la muerte inevitable y hasta deseada.

Quasthoff está acompañado por los Berliner Barock Solisten conjunto creado a la sombra de la Filarmónica de Berlín y entre los que se encuentran nombres ilustres como Wolfram Christ, el viola de la época Karajan, o Rainer Kussmaul, primer violín en los años noventa (ambos actualmente fuera de la OFB). Además encontramos a varios miembros actuales de la orquesta, y lo que es más llamativo, a Raphael Alpermann y Bernhard Forck fundador el primero y violín el segundo de la Akademie für Alte Musik Berlin, conjunto historicista de renombre internacional. Estamos, por tanto, ante un ejemplo de lo que se ha venido a llamar la tercera vía: un conjunto que aunque toca con instrumentos modernos (dicho sea de paso la cuerda usa arcos barrocos), adopta criterios historicistas en cuanto a articulación, distribución instrumental, manejo del vibrato y transparencia sonora. El resultado es muy bueno y con instrumentistas de esta categoría no seremos nosotros quienes pongamos reparos. Además, es fácil convencerse. Escúchese a Albrecht Meyer, actual filarmónico, cuyo oboe obligado en “Endlich, endlich wird mein Joch” es de lo mejor que se haya podido escuchar nunca en esta cantata. Igual de persuasivo y gratificante resulta el violín de Rainer Kussmaul en “Welt, ade, ich bin dein müde”, única aria de la BWV 158.

En resumen, sin llegar a superar a otros barítonos que le han precedido, Quasthoff -artista al que hemos elogiado en numerosas ocasiones- convence lo suficiente en Bach para que nadie se sienta defraudado. Recomendación, por tanto, para este disco de ejemplar toma sonora y sólo suficiente documentación, pues, el artículo firmado por Jürgen Otten se centra en dar coba al artista.


REFERENCIAS:
J.S. BACH: Kantaten BWV 56, 158 & 82. Berliner Barock Solisten. RIAS-Kammerchor. Th. Quasthoff, bajo-barítono. R. Kussmaul, violín y dirección. DG 477 5326.



VUELVE A CASA POR NAVIDAD


 
El Oratorio de Navidad de Johann Sebastian Bach está formado por seis cantatas compuestas para ser interpretadas durante los días de Navidad. Cada cantata está construida siguiendo el modelo de una típica cantata de iglesia de Leipzig, es decir, recitativos, arias, coros y corales. Para la elaboración de esta magna obra Bach volvió a varias de sus cantatas profanas, en particular, a las BWV 213 y BWV 214. Bach modificó el texto y con ello el espíritu de la música. Tomemos, por ejemplo, el aria para alto “Ich will dich nicht hören” parodiada como “Bereite dich, Zion”: misma música para las dos arias, pero con muy poco en común. De hecho, todas las arias y coros de Lasst uns sorgen, lasst uns wachen BWV 213 serían reutilizados en la nueva obra coral religiosa sin apenas cambios.

El Oratorio de Navidad es la celebración del nacimiento y adoración del Niño Jesús, con un componente narrativo lo cual justifica su denominación de “oratorio” frente al de “cantata”. Combina alegría y optimismo con ternura y dulzura. Una buena muestra de la primera sería el jubiloso coro que abre la obra “Jauchzet, frohlocket, auf, preiset die Tage”, quizás el coro más famoso de Bach y que, con trompetas y timbales, es capaz de resucitar a un muerto en sus primeros acordes. Igual ocurre con “Herrscher des Himmels”, jubiloso coro que abre y cierra la tercera cantata. Ternura y dulzura, así como estática contemplación, encontramos en la única pieza instrumental de la partitura, la “Sinfonia”, que inicia la segunda cantata. Aquí parece detenerse el tiempo mediante una melodía dulce y ensoñadora en la cuerda y las maderas, que representa el ideal de paz y sosiego navideños. En esta categoría entraría, sin duda, el aria para alto “Schlafe, mein Liebster, geniesse der Ruh”, una nana sin parangón al Niño Jesús.

Con esta es la cuarta vez que se edita la versión de René Jacobs con la Akademie für Alte Musik Berlin y el RIAS-Kammerchor, publicada originalmente en 1997. El René Jacobs director, siempre seducido por la ópera, no ha visitado con mucha frecuencia el corpus coral de Bach salvo alguna grabación de cantatas profanas. De ahí que su grabación del Oratorio de Navidad cobre una importancia especial por ser la única gran obra coral de Bach por él registrada hasta la fecha.

Su interés por la ópera y por los recursos típicamente operísticos hace que se enfrente ante esta obra religioso-narrativa con un sentido del drama mucho mayor que otros directores lo cual queda patente en su a veces caprichoso manejo del tempo: ora lento, ora rápido, como ocurre con “Ehre sei dir, Gott, gesungen” que le dura cuarenta segundos menos que a la mayoría de directores (a excepción de Gardiner, claro). No ocurre así en los corales que son mucho más lentos de lo esperado. De hecho, su tratamiento de los corales, donde casi siempre hace un largo ritardando al final, le entronca con batutas del pasado. Jacobs también juega con el tempo en algunas de las arias para profundizar en el momento musical como ocurre en “Schlafe, mein Liebster”. Libertades que pueden no gustar a los más ortodoxos pero que a nosotros nos han parecido correctas y bien traídas. 
Y si la lentitud destaca en los corales, más destaca aún cuando llegamos a la “Sinfonia”: su versión de esta bella música es la más lenta de las cinco que hemos escuchado. Le dura casi tres minutos más que a Gardiner, dos minutos más que a Koopman y treinta segundos más que a Karl Richter. Casi nos atreveríamos a decir que es la más lenta de la historia, pero no por ello pierde en belleza, pues, nos permite disfrutar de cada frase de manera especial aunque Koopman o Gardiner ofrezcan versiones más canónicas. Otro elemento típicamente operístico es el interés de Jacobs por la ornamentación, que se deja apreciar tanto en la orquesta como en los solistas vocales, eso sí, con discreción. Otra libertad que se toma Jacobs es el uso de varios instrumentos para el continuo, en especial, el prominente laúd en recitativos y arias interpretado por Konrad Junghänel. 
En conjunto, la versión de Jacobs es enérgica, tensa y muy dramática. Por ejemplo, nadie como Jacobs para transmitir y contagiar la alegría y júbilo del coro inicial con un timbalista en estado de gracia. Pero al mismo tiempo la concepción de algunas arias es meditada y reflexiva. En realidad, su lectura es muy germánica y muy alejada de, por ejemplo, un Gardiner quien parece querer escapar de cualquier atisbo de profundidad. Nada negativo en sí pues, de hecho, su versión es una de las mejores a pesar de alguna irritante elección de tempo. Jacobs también ofrece alguna que otra originalidad como la adopción de una voz por parte en el inicio del coro “Herrscher des Himmels” para luego hacer entrar al coro. Detalle de gran efecto, que nos hace escuchar este famoso coro como nunca antes.

El cuarteto vocal es enteramente alemán: Dorothea Röschmann, Andreas Scholl, Werner Güra y Klaus Häger. Se nota que a Jacobs no le van las vocecillas porque ha reunido un plantel de voces con mucha personalidad y en general bien equilibrado. Todos están a gran nivel aunque de entrada diremos que no es el cuarteto ideal y es que, en realidad, ninguno lo es. Dorothea Röschmann es una voz de raza, carnosa y expresiva. Dicho de otro modo, no tiene el grado de pureza y ternura que se espera en versiones historicistas, pero la realidad es que su contribución mejora las de, por ejemplo, Schlick o Argenta. Como siempre, Andreas Scholl es frío como el hielo pero al mismo tiempo su clase, su inmaculada línea de canto y su total control sobre su instrumento le convierten en uno de los verdaderos atractivos de la grabación. Personalmente, preferiremos a von Otter en, por ejemplo, “Schlafe, mein Liebster” pero Scholl ofrece una alternativa de categoría a von Otter (sin olvidar la sensacional lectura de Michael Chance para Herreweghe).

Werner Güra es un tenor bachiano que muestra estilo y una voz ligera como el viento. Su aportación como evangelista es extraordinaria. En las arias la cosa cambia un tanto y es que la competencia es muy dura: Christoph Prégardien, por ejemplo, resulta preferible. Por su parte, Klaus Häger posee una potente voz de bajo, muestra agilidad y se conjunta bien en el famoso dúo con Röschmann pero, como pasaba con el tenor, tanto Olaf Bär, Peter Kooy y Klaus Mertens son, a nuestro juicio, superiores.

Tanto la orquesta como el coro están al nivel de los mejores y la toma de sonido es simplemente espectacular, probablemente, la mejor de todas. René Jacobs es un director con mucho talento y sobrada experiencia, poco convencional, y que siempre tiene algo nuevo que aportar. Esta grabación, con ya casi ocho años a sus espaldas, nos lo recuerda una vez más. 
Estamos ante una de las grandes versiones de la obra y por ello nadie que se haga con ella se sentirá defraudado. Pero habría que hacerse, al menos, con varias de las mencionadas más arriba para completar el lienzo interpretativo de la obra navideña por excelencia, y una de las partituras más famosas de Bach.
En esta reedición de lujo, en forma de libro de tamaño CD, se presentan varios artículos -incluida una introducción a la presente edición-, además de biografías y texto completo de la obra en los idiomas de siempre. El libro está profusamente ilustrado con retratos, reproducciones de pinturas de época y fotografías diversas. Un considerable trabajo editorial que se presenta a todos los aficionados a precio medio.


REFERENCIAS:
BACH, J. S. : Weihnachtsoratorium BWV 243. Dorothea Röschmann, soprano. Andreas Scholl, contratenor. Werner Güra, tenor. Klaus Häger, bajo. RIAS-Kammerchor. Akademie für alte Musik Berlin. René Jacobs, director. HARMONIA MUNDI HMX 2901630.31.

Página web: www.harmoniamundi.com




viernes, 5 de agosto de 2016

Siguiendo con el Festival de Bayreuth hace escasos días escuchábamos en Radio Clásica (RNE) la versión de Tristan a cargo de Christian Thielemann. Nos vino a la memoria cuando le vimos en Viena hace años con la misma obra y con la actual "Isolde", la mezzo Petra Lang, por entonces (y durante muchos años) una estupenda "Brangäne". Hoy como entonces la dirección de Thielemann no nos ha dejado indiferentes "detalles en momentos clave como el mágico silencio, más largo de lo habitual, previo a la enunciación del acorde de Tristan" surte su efecto hipnótico en el oyente. Recuperamos ya la reseña publicada en Mundoclasico en 2003.


Viena se rinde ante Thielemann
IGNACIO DELEYTO ALCALÁ

Viena, sábado 7 de junio de 2003. Wiener Staatsoper. R.Wagner: Tristan und Isolde. Ópera en tres actos. Estrenada en Munich el 10 de junio de 1865. Música y libreto de Richard Wagner inspirado en el 'Tristan' de Gottfried von Strassburg. Dirección Escénica: Günter Krämer. Escenografía: Gisbert Jäkel. Vestuario: Falk Bauer. Thomas Moser (Tristan), Robert Holl (Rey Marke), Deborah Voigt (Isolde), Peter Weber (Kurwenal), Markus Nieminen (Melot), Petra Lang (Brangäne), Michael Roider (un pastor), In-Sung Sim (Timonel). Orquesta de la Ópera del Estado de Viena. Coro de la Ópera del Estado de Viena. Dirección musical: Christian Thielemann. Aforo: 2.300 localidades. Ocupación: 95%.


De entrada, una inusual imagen. Debido a los rigores del calor (el termómetro marcaba unos asfixiantes treinta y tres grados), los profesores de la Filarmónica de Viena entraban en el foso -para sorpresa de todos- en mangas de camisa. También en mangas de camisa y con paso firme y gesto serio, Thielemann hacía su aparición minutos después ante un aluvión de aplausos y bravos. Y es que Viena adora a Thielemann y quiere que vuelva con más repertorio germánico (ya están previstos, al parecer, un Parsifal y un Rosenkavalier). Thielemann, que sabe como hay que tratar a los vieneses, ha comentado en una reciente entrevista su intención de reducir sus apariciones operísticas (fuera de Berlín) a Bayreuth, Salzburgo y Viena. Tal deferencia ha hecho que sea (re)querido ahora mismo como pocos en la ciudad imperial.

Thielemann es un director que a sus cuarenta y cuatro años se ha ganado ya un prestigio como wagneriano, especialmente a raíz de sus apariciones en Bayreuth de los últimos años. Por eso, esta nueva producción de Tristan und Isolde generaba grandes expectativas pues ofrecía la oportunidad de ver al que muchos han denominado “heredero de la gran tradición directorial alemana” y era - por la combinación de obra, director y lugar- uno de los eventos más esperados de la temporada. Además, el debut de la soprano, Deborah Voigt en el papel de la princesa irlandesa, una de las pocas sopranos que por sus condiciones vocales pueden acometer la parte con garantías, añadía su otro punto de interés a esta producción firmada escénicamente por Günter Krämer. 

En este Tristan Thielemann fue el gran protagonista de la noche. El antiguo asistente de Karajan dirigió la magna obra sentado y de memoria (partitura abierta por la primera página toda la función). Verle dirigir es muy interesante. Tanto es así que a veces resultaba más atractivo seguir sus movimientos frente a la orquesta que ver lo que pasaba en escena. Se levantaba de la silla con frecuencia, se agachaba, se ponía en cuclillas, se estiraba, se reclinaba hacia atrás, se apoyaba en la barandilla y cada gesto producía asombrosamente un efecto en el sonido procedente del foso. Con el rostro impasible y muy comedido con las manos, mantuvo un equilibrio ideal entre las diferentes familias de la orquesta, jugó con la dinámica y consiguió hacer largos pasajes de un solo trazo como el Acto II, íntimo y profundamente romántico, lleno de lirismo y sabor wagnerianos.

Thielemann que no es un director efectista (sobriedad en los finales de los Actos I y II) sí incluye detalles en momentos clave como el mágico silencio, más largo de lo habitual, previo a la enunciación del acorde de ‘Tristan’ con lo que consiguió aumentar la tensión y retrasar las expectativas del oyente. La dirección fue aumentando en tensión emocional pero sin llegar a caer en engañosos apasionamientos ni arrebatos emocionales con los que es tan fácil traicionar el espíritu de una obra. Tras un Acto III deslumbrante por su exactitud, precisión rítmica y absoluta claridad de texturas, la muerte de Isolde fue radiante y ligeramente distante. En el foso la cuerda, luminosa y brillante, crepitaba con intensidad mientras que Thielemann se volcaba de lleno -con obsesivo control- en elevar su versión a esa dimensión a la que sólo unos pocos saben llegar. Cuando en el aire se apagó la última nota, entre el público se hizo un sobrecogedor silencio que duró unos diez segundos... Instantes después sonaron los primeros y tímidos aplausos que se convirtieron de inmediato en estruendosas ovaciones. Saludos y bravos a discreción.

Thielemann domina la partitura y tiene cosas que decir. No se puede pedir más.La Filarmónica de Viena es un instrumento de ensueño especialmente cuando toca en casa a Mozart, Wagner o Richard Strauss. Liderada por el mítico Rainer Küchl, hoy por hoy, no tiene rival en Wagner. La cuerda, conjuntada con precisión, es oro puro y destila un sonido denso y luminoso (sensacionales los ocho contrabajos). Las trompas, separadas del resto de los metales, con su característico sonido son un regalo para los oídos (aunque también pueden atacar mal una nota como en el preludio al Acto III); oboes y clarinetes de sonido suave y tupido (deliciosos el clarinete bajo y el corno inglés) y metales nunca estentóreos y bien integrados en el conjunto completan una orquesta sensacional se mire por donde se mire.

Robert Holl, uno de los habituales visitantes a la Colina Verde, fue seguramente el mejor de todo el elenco vocal. No sólo mostró un instrumento seguro, resonante y aterciopelado sino que reveló un legato y fraseo asombrosos. Además, el papel de ‘Marke’ al que sirvió con nobleza, le viene como anillo al dedo a sus cualidades vocales. En suma, un cantante conocedor como pocos del idioma y estilo wagnerianos. La mezzo Petra Lang fue otra de las bazas importantes del reparto. Su ‘Brangäne’ fue extraordinaria, de voz timbrada y expresiva y escénicamente convincente.Como apuntamos antes, esta producción supuso el debut de la americana Deborah Voigt en el papel de ‘Isolde’. Si ésta fue la primera vez, podemos ser optimistas de lo que puede llegar a conseguir cuando haya madurado más la parte. Voigt tiene un instrumento potente que pasa por encima de la nutrida orquesta wagneriana sin dificultad ninguna y sin sacrificar nunca su línea de canto. Es verdad que en algunos momentos su voz se reveló en exceso estridente pero sin traspasar los límites del buen gusto. Siguiendo con lo negativo, quizás no supo mostrar el contraste entre las diferentes ‘Isoldes’ que sugiere Wagner, una por acto, y siempre mantuvo una misma actitud vocal y escénica pero, en todo caso, Voigt posee una voz de peso y es capaz de defender la parte con mucha dignidad.

El público fue generoso en aplausos mientras la soprano, entre sonrisas, pasaba la mano por la frente en señal de agotamiento físico.Con muchas más reservas hay que tratar el ‘Tristan’ de Thomas Moser, un cantante muy rodado que ha pegado el salto a papeles heroicos. Para empezar, su voz no tiene brillo ninguno, le falta volumen y sólo en el segundo acto, donde tiene que cantar piano y mostrar su mezza voce, se acopló bien a la parte con una voz algo añeja como sacada del túnel del tiempo. Al principio parecía reservarse para la recta final de la obra pero el caso es que no pudo con el Acto III, el más exigente para el tenor, al que llegó sin fuerzas. La orquesta le tapaba constantemente. Thielemann no parecía dispuesto a sacrificar el sonido perfecto y contundente que salía del foso porque el tenor no pudiera con su parte. Decisión discutible pero comprensible. El ‘Kurwenal’ de Peter Weber no estuvo ni bien ni mal, se mantuvo en un suficiente y aburrido término medio.

La puesta en escena provocó una ruidosa desaprobación el día del estreno pero, a nuestro parecer, está exenta de incongruencias y originalidades injustificadas lo cual no es poco. Aunque la aparente búsqueda de intemporalidad y tanto estatismo sean cuestionables, no se le pueden negar un interesante Acto I con un escenario que representa la cubierta de un barco (con la sala de máquinas en un lateral) y un inteligente juego de planos. Hay que destacar el gesto de introducir el personaje de ‘Morold’ en la acción por medio de una armadura que aparece sentada en una silla en el Acto I. Su papel se ve reforzado cuando ‘Kurwenal’ le arrebata la cabeza y se la lanza a los marineros que se la pasan entre ellos mientras Brangäne trata de recuperarla afanosamente. Günter Krämmer reclama así atención para el personaje de ‘Morold’ tan presente en el texto, como una especie de mudo ‘Commendatore’ fantasma que planea por toda la obra, y le confiere un protagonismo que normalmente no tiene. El Acto II es sencillo y desnudo con un cabal juego de luces (azul y rojo) y unas siluetas de árboles en segundo plano. Cierto es que el aburrido vestuario no ayudó gran cosa aunque el negro en todos los trajes acertadamente preludió el trágico desenlace de la historia. En general, no entusiasmó pero tampoco defraudó.

En definitiva, éxito de director y orquesta que supieron ofrecer un Wagner convincente a pesar de las reservas anotadas. Con estas funciones Thielemann ya forma parte de la lista de directores que han hecho Tristan en Viena. Entre otros, Gustav Mahler, Wilhelm Furtwängler, Karl Böhm, Herbert von Karajan, Georg Solti y, last but not least, Carlos Kleiber. Ahí es nada.

Este artículo fue publicado el viernes 13 de junio de 2003.

jueves, 28 de julio de 2016

Para los aficionados a la ópera llegar al mes de julio es llegar a Bayreuth aunque sólo sea a través de las retransmisiones en directo de Radio Clásica. Todos los 25 de julio se levanta el telón en la "Colina Verde" y miles de aficionados de todo el mundo se preparan para escuchar a Wagner desde el teatro que el propio compositor ideara y creara en Baviera para representar sus obras según su gusto y criterio y que todavía hoy sigue en manos de sus descendientes. 
Este año Parsifal ha sido el título elegido para abrir los festivales que se se celebrarán como es tradición a lo largo de julio y agosto. Nosotros rendimos homenaje al compositor alemán desde aquí recuperando un artículo publicado originalmente en 2002 y dedicado a un recital wagneriano de Bryn Terfel y Claudio Abbado, este último tristemente ya desaparecido.

TERFEL LOVES WAGNER



En su último disco, el recio cantante galés Bryn Terfel, se embarca en una aventura wagneriana y da un repaso a los grandes papeles para bajo-barítono o barítono dramático de las obras de Richard Wagner: "Holandés", "Hans Sachs", "Amfortas", "Wotan" y "Wolfram" (para barítono lírico). Un programa de altísimo interés, bien nutrido en cuanto a música y con el acompañamiento de la Filarmónica de Berlín y su aún director titular, Claudio Abbado (DG 471 348-2).

Terfel tiene varias citas wagnerianas en los próximos años y de ahí su interés por abordar este repertorio al que quiere llegar en un momento vocal e intelectual idóneos. El próximo año acometerá en Sidney la parte de "Hans Sachs" para luego grabarla con Christian Thielemann para DG. Una grabación que ya se espera con impaciencia y que supondrá para el sello amarillo volver a este título tras el registro de Jochum con un reparto que gustó a muy pocos. Por otro lado, Covent Garden estrenará producción del Anillo en 2005 bajo la dirección musical de Antonio Pappano y Terfel será "Wotan" en Das Rheingold y Die Walküre. Aunque ya haya grabado algunas arias anteriormente, este disco -preludio de dichos eventos- supone la verdadera tarjeta de presentación de Terfel en Wagner.

Aunque no todos los personajes estén a la misma altura debemos adelantar desde ya que el disco merece la pena. Nos encontramos a un Terfel sobrado de medios, muy seguro en cada papel, de dicción intachable, muy atento al texto y con una capacidad de matización extraordinaria. Su reconocida potencia vocal se combina con una gran flexibilidad en cada parte además de mostrar una subyugante media voz y estar siempre preocupado por interpretar una frase, una palabra o una sílaba. Y es que es la inteligencia de un intérprete -más que sus medios vocales o su timbre- lo que más debemos valorar en un cantante. Terfel muestra un buen canto legato y un sentido especial para diferenciar el momento emocional propio a cada escena. Su alemán es bueno, con unas vocales perfectas (que es lo difícil) y algunos sonidos consonánticos que todavía se le resisten.

La grabación del monólogo del "Holandés" que da verdadero inicio a esta grisácea obra wagneriana proviene de un concierto en vivo y demuestra el grado de implicación del cantante. Terfel pone toda la carne en el asador aunque por ello su línea de canto se vea algo perjudicada. Sin embargo, su "Holandés" es tétrico y angustioso. Cierta aspereza en su voz, algo que se repite a lo largo de todo el disco, no empaña su lectura de este "Holandés" condenado a vagar eternamente por los mares. Poderosos metales introducen la contundente afirmación “Wann alle Toten auferstehn...” bien servida por Terfel que cierra el aria con desolación y dramatismo.

Del "Holandés" a "Hans Sachs", caracteres totalmente diferentes. Terfel sabe aplicar a cada uno la personalidad y estado de ánimo adecuados evitando así que todo suene igual. El “monólogo de las lilas” transmite ese cálido ambiente nocturno, perfumado por el fuerte y dulce aroma de las lilas que inunda los sentidos del zapatero-poeta-filósofo y despierta sus pensamientos, inquietudes y esperanzas. 
Es interesante comparar a Terfel con el "Sachs" del Bayreuth actual, Robert Holl. Para empezar Holl es un bajo lo cual aunque no determinante (la parte ha estado bien servida por bajos como Karl Ridderbusch) a la vista del resultado no parece muy apropiado. De voz cavernosa, el "Sachs" de Holl, resulta algo aburguesado y más cercano a un "Veit Pogner" que al zapatero-poeta-filósofo. Terfel que también tiene su punto de cavernosidad en la voz es, sin embargo, capaz de aunar potencia vocal con expresividad y matización además de transmitir ese sentido de sabiduría tan inherente al personaje. La verdad es que su "Sachs" promete mucho y si llega de la mano de un director como Thielemann que ya ha demostrado su valía en esta obra podemos ser optimistas. A Abbado le falta un poco de misterio, de duende, de complicidad con la partitura aunque debemos alabar la transparencia que aporta y su preocupación por resaltar el colorido orquestal con especial atención a las maderas.
En el “Wahnmonolog” Terfel se muestra algo corto de aliento con un canto menos depurado aunque su autoridad y adecuación permanecen inalterables. En el instrumento vuelven a asomar ciertas asperezas, temblores y un centro no del todo homogéneo.

Entre "Sachs" y "Amfortas", se nos presenta el "Wolfram" del galés. "Wolfram" como ya dijimos es un papel para barítono lírico y precisamente en su famosa “Aria de la Estrella” estamos ante la escena de mayor lirismo de toda su particella en un momento de total serenidad y reposo. Terfel aplica una bella media voz bajo los delicados trémolos de las cuerdas y hace una lectura muy cuidada y poética aunque le falte ese punto de (in)genio que la convertiría en especial. Presta una atención liederística al texto sin llegar a la maestría de Fischer-Dieskau y cierra el aria con unpianissimo de mucha categoría. Abbado por su parte marca un tempo en exceso moroso.

A su "Amfortas" quizás le falte profundidad y una mayor introspección psicológica a pesar del empeño del galés. El personaje pide más que una buena línea de canto y un envoltorio sufriente. Hay frases muy conseguidas pero la interpretación global no acaba de convencer. Será un personaje que seguramente madurará con los años. Habrá que darle tiempo al tiempo...

Y llegamos a "Wotan" que sin duda es uno de los papeles más peliagudos de toda su cuerda. Aquí nos encontramos con la escena final de la primera jornada delAnillo. "Wotan", tras un emocionante diálogo con "Brünnhilde", se dispone a aplicarle el castigo por su desobediencia: desposeerla de su divinidad y dejarla dormida sobre la roca. Son los famosos “Adioses de Wotan”: adiós a su queridísima hija y adiós a su poder y al (des)orden que el propio construyó y echó abajo. A partir de la segunda jornada ya no habrá más "Wotan",  -poderoso manipulador y maquinador de acuerdos- sino "Der Wanderer", el caminante que recorrerá los caminos en una (re)encarnación de una de las figuras más recurrentes del romanticismo alemán. Escena de grandes dimensiones, musicalmente poderosa, de gran contenido emocional, conmovedora como pocas y que es uno de los momentos claves de toda la Tetralogía wagneriana.

El "Wotan" de Terfel es de menor entidad que el de otros cantantes legendarios pero -como queda dicho- de gran flexibilidad y muy humano. Su voz se pliega bien a las exigencias del compositor que son muchas en esta parte. Es capaz de ser arrogante en su frase “der freier als ich, der Gott!” con un “Gott” resonante y bien colocado pero también sabe recurrir a la dulzura, al tono acariciante que describe tiernamente el recuerdo de los ojos de la valiente guerrera. Al final, cuando "Wotan" convoca a Loge para que encienda el “fuego mágico” que protegerá a la virgen (última concesión del padre a la hija), vuelve a la autoridad del que ha sido y que nunca más será. Emocionante invocación al dios ígneo “Loge, hör! Lausche hieher!”. Uno de esos momentos que con Terfel se escuchan con gusto una y otra vez.
Sin llegar a las cotas del doliente "Wotan" de Hotter, el de Terfel es vocalmente válido, creíble y además, “suena a Wotan”. El dios herido que sufre las terribles consecuencias de la maldición de "Alberich" y del inevitable desenlace de querer parar lo imparable. Es una lástima que se haya incluido la obertura de Holandés en lugar de dejar más espacio para Terfel que podría haber grabado la imponente narración del Acto II de Die Walküre.

En resumen, el galés muestra que se identifica con Wagner, que tiene medios y madurez para abordarlo y que puede tener cosas que decir en algunos personajes como "Sachs" y "Wotan". Orquesta impresionante y sonido extraordinario aunque el cantante se habría beneficiado de una toma más cercana. Presentación adecuada aunque en envoltorio "digipack". Recomendable.

Der fliegende Holländer (Holländer):
1. Obertura
2. "Die Frist ist um" (Acto I)

Die Meistersinger von Nürnberg (Sachs):
3. "Wahn, Wahn, überall Wahn" (Acto III)
4. "Was duftet doch der Flieder" (Acto II)

Tannhäuser (Wolfram von Eschenbach):
5. "Wie Todesahnung Dämm'rung deckt die Lande - Oh, du mein holder Abendstern" (Acto III)

Parsifal (Amfortas):
6. "Nein, laß ihn unenthüllt" (Acto I)
7. "Ja, wehe! Wehe! Weh' über mich" (Acto III)

Die Walküre (Wotan):
8. "Leb wohl, du kühnes, herrliches Kind!" (Acto III)

Bryn Terfel, bajo-barítono
Berliner Philharmoniker
Claudio Abbado

viernes, 3 de junio de 2016

Pese a ser desconocida para el gran público estamos ante una de las obras imprescindibles de Mozart. Cualquier ocasión es buena para revisitarla. ¿Por qué no hoy? Con este cielo gris y estas nubes de la infancia...

LA GRAN PARTITA POR NACHTMUSIQUE


 
 
La película Amadeus de Peter Schaffer -basada en un guión teatral del propio autor- y dirigida por Milos Forman proyectó la  imagen de un Mozart frívolo, infantil y caprichoso pero supo cuidar mucho la música, que se convirtió en uno de los mejores avales de la cinta junto a una cuidada recreación de la Viena de la época y sus gentes. A través de la banda sonora, perfectamente acoplada a la imagen y al discurso narrativo y magníficamente interpretada, mucha gente descubrió la belleza y el poder de la música de Mozart [1]. El director se preocupó de no usar sus obras más trilladas e incluyó una selección de interesantes fragmentos, poco familiares para el gran público, pero que sirvieron para abrir el apetito musical al espectador curioso. 
En una de las escenas, el viejo Salieri recuerda ante un sacerdote el impacto que le provocó el encuentro con la música de Mozart. Como ejemplo musical, usa el inicio del "Adagio" de la Gran Partita en Si bemol mayor. En la película, Salieri describe así ese momento:

Un comienzo simple, casi cómico. Un ritmo -a base de fagotes y cornos- como el de un acordeón oxidado. Luego, de pronto, por encima, un oboe; una sola nota, mantenida firme, hasta que un clarinete la recoge y la convierte dulcemente en una frase maravillosa. ¡Esto no había sido compuesto por un mono de feria! Era una música que yo nunca había oído, teñida de tal anhelo, un anhelo irrealizable, que hizo estremecerme. Me parecía estar escuchando la voz de Dios.”

La Gran Partita, compuesta para trece instrumentos, doce de viento y contrabajo [2], es una de las obras más importantes del salzburgués y junto a las dos Serenatas para vientos, K 375 y K 388 conforman un tríptico imprescindible que todo aficionado debe conocer. Como ocurre con casi todas las grandes obras, hay aún muchas interrogantes a su alrededor: ¿cuándo fue compuesta exactamente?, ¿por qué tal atípica instrumentación?, etc. Varias teorías apuntan a 1784 como el año de composición y estreno, otras a 1781 cuando Mozart se estableció en Viena. Esta última opción se apoya fundamentalmente en el análisis de papel del manuscrito elaborado por Tyson. Según los resultados de dicho análisis el papel usado se podría fechar entre los años 1781 ó 1782. Sin embargo, dicha teoría es rebatible ya que no podemos descartar que Mozart usara el papel más tarde. La primera opción se basa en los documentos que hablan del estreno de una obra para instrumentos de viento en un concierto a beneficio del clarinetista Anton Stadler, en el Burgtheater de Viena, el 23 de marzo de 1784, donde se interpretó la obra aunque no completa. Esta teoría además corrobora la opinión de que tanto el carácter general como lo ambicioso de la pieza hacen pensar que fuera posterior a las otras dos serenatas de viento K 375 y K 388, compuestas en 1781 y 1782 respectivamente.

El sobrenombre de “Gran Partitta” (sic) que aparece en el manuscrito fue, según se cree, añadido posteriormente y no por Mozart aunque debemos reconocer que sienta bien a la obra. Otro aspecto interesante es la instrumentación elegida por Mozart. Normalmente para este tipo de divertimentos y serenatas de viento, conocido en Alemania y Austria por el nombre de Harmoniemusik, lo habitual era una disposición de entre seis y ocho instrumentos; es decir, sexteto u octeto, este último formado por dos oboes, dos clarinetes, dos trompas y dos fagotes. Sin embargo, para esta obra Mozart aumentó los efectivos hasta el curioso número de trece: dos oboes, dos clarinetes, dos cornos di bassetto, dos fagotes, cuatro trompas (dos y dos, con distinta afinación) y para reforzar el registro grave, un contrabajo. De este modo dotó a la obra de una consistencia poco habitual y que unida a su larga duración (casi 50 minutos) la convierte en una composición peculiar, muy ambiciosa, y que no puede ser calificada de música de entretenimiento como la mayoría de sus divertimentos para viento de la época salzburguesa.

Una breve mención ahora al corno di basetto (ver imagen). Este instrumento pertenece a la familia del clarinete pero da un sonido más grave, oscuro y más tupido. Tiene forma angulada, una sonoridad intermedia entre el clarinete y el clarinete bajo y está afinado en Fa. Muy popular en aquella época, Mozart lo utilizó en varias obras junto también al “clarinete di bassetto”, otro instrumento de bello sonido para el que Mozart compuso una de sus últimas obras maestras: el Concierto para clarinete y orquesta, K 622 [3]. La colaboración de Mozart y el clarinetista, Anton Stadler -relacionada con su vinculación a la masonería- traería una pléyade de obras maestras que todavía hoy conforman lo mejor del repertorio para este instrumento. El mencionado concierto, seguramente el más importante del abundante repertorio para clarinete, es buena prueba de ello.

Existen buenas grabaciones en disco de la Gran Partita. Los conjuntos ingleses han ocupado generalmente los primeros puestos en la lista de recomendaciones. Por ejemplo, los London Wind Soloists de Jack Brymer (Decca), la ASMF de Neville Marriner (Philips), la sección de viento de la Philarmonia Orchestra de Otto Klemperer (EMI) y la English Chamber Orchestra de Daniel Barenboim (EMI). Otras versiones dignas de mención son la firmada por Karl Böhm con los solistas de la Filarmónica de Berlín (DG), intensa, corpulenta y de sonoridad muy germana y la de la Orpheus Chamber Orchestra (DG), de gran virtuosismo y musicalidad aunque algo aséptica. Con instrumentos originales, son también varias las opciones: Nikolaus Harnoncourt (Teldec), Frans Brüggen (Philips) y los Amadeus Winds (Decca). Sin embargo, no podemos olvidar una de las grabaciones pioneras que, a pesar de las inconsistencias por la antigua edición utilizada, permanece en lo más alto de las listas [4]. Nos referimos a la grabada en Viena a finales de 1947 por solistas de la Filarmónica de Viena bajo la dirección de Wilhelm Furtwängler (EMI CDH 63818-2). A pesar de las dificultades políticas, sociales y técnicas propias de la época (la orquesta había reanudado sus conciertos hacía tan sólo dos años, en Octubre de 1945 y debido a los problemas de suministro eléctrico las sesiones de grabación eran un calvario) los músicos demuestran su altísimo nivel, su perfecta conjunción y nos entregan una versión dulce, espiritual, compacta y musicalmente insuperada bajo el aura de un Furtwängler que dirige con pulso firme, unidad y su particular sentido del fraseo. El innominado oboísta da una lección de musicalidad a todos sus colegas de versiones posteriores [5].

Ahora nos llega la versión del conjunto Nachtmusique, liderado por el clarinetista y constructor de instrumentos Eric Hoeprich, que utiliza instrumentos originales o fieles copias de originales y busca recuperar el tipo de sonido que pudo haber conocido Mozart, muy diferente al de los instrumentos modernos [6]. En general, oboes y clarinetes tienen un sonido más delgado y oscuro, y tanto fagotes como trompas tiene un sonido rústico y áspero, de gran atractivo. 
En esta versión se presta una atención escrupulosa a la partitura. También los músicos toman posición sobre las indicaciones de tempo en la época de Mozart, que no se corresponden exactamente con las actuales. Por ejemplo, Hoeprich interpreta el "Adagio" a un tempo más rápido de lo que es habitual basándose en las indicaciones de Leopold Mozart que especifica que un "Largo" es más lento que un "Adagio". Afortunadamente, la música mantiene intacta su hondura. En el "Molto allegro" inicial opta por un tempo cómodo, lejos del habitual carácter ligero. Como consecuencia, el movimiento se tiñe de un aire de sosiego pero, por contra, se pierde la gracia y efervescencia en las frases de clarinetes y fagotes. Por lo general, Hoeprich envuelve a la obra en una aureola de serenidad, de refinamiento sonoro, de suavidad y calidez, aunque a veces la despoje de los contrastes de otras versiones.

Nada en la obra tiene desperdicio pero hay cuatro movimientos particularmente interesantes: el "Allegro" inicial, el ya mencionado "Adagio", el impresionante "Tema con variaciones" y el "Finale" [7]. Hoeprich quizás no acierte en su versión del "Allegro" que queda un tanto descolorida, hace un "Adagio" de gran serenidad aunque sin el aliento espiritual de otras y nos da unas variaciones bien contrastadas, galantes en los movimientos rápidos y plácidas en los lentos, donde se resalta bien el colorido de las diferentes voces. Por suerte, el movimiento final es enérgico y con empuje. Los instrumentistas de varias nacionalidades, algunos españoles (ver ficha más abajo), demuestran aquí su virtuosismo y ponen punto final a una versión que no decepcionará aunque por momentos nos suene a poco.

El disco se completa con excelentes versiones de otras obras menores de Mozart para el corno di bassetto, no siempre fáciles de encontrar en disco, que nos permite disfrutar de la calidez y especial color de este instrumento en diferentes combinaciones. Sensacional la versión del Adagio K 411, para dos clarinetes y tres cornos di basetto, una pequeña obra maestra. Excelentes y extensas notas a cargo del propio Eric Hoeprich y una presentación de nivel como acostumbra el sello español Glossa.


Notas:

[1] Para la banda sonora se buscó a un reputado director mozartiano, Neville Marriner que con su orquesta, la Academy of St Martins-in-the-fields grabaron los fragmentos musicales especialmente para la película. El inglés puso como condición que no se cambiara ni una sola nota escrita por Mozart, lo cual fue respetado, aunque durante el concierto de la Gran Partita, cuando el indisciplinado Mozart entra tarde a dirigir su música, se una el comienzo del Adagio con el final de la obra.

[2] Mozart pide específicamente un instrumento de cuerda aunque durante mucho tiempo se utilizara un contrafagot como el instrumento de viento nº 13. De ahí, el nombre de Serenata para trece instrumentos de viento que, como se ve, no es correcto. En la mayoría de las versiones modernas se opta por el contrabajo a pesar de lo que digan algunas guías. Un momento donde se puede apreciar claramente el papel de este instrumento es en el Trio del primer "Minueto" donde lo escuchamos en un bello pizzicato. La de Furtwängler (1947) es la única de las varias que hemos manejado con contrafagot en lugar de contrabajo.

[3] Hoeprich y Brüggen han grabado para Glossa este concierto que ha sido comentado recientemente en estas páginas. Véase Filomúsica, Enero 2003.

[4] Debido a la edición utilizada incluye errores que no fueron corregidos hasta la publicación de la Neue Mozart Ausgabe en 1979. 
[5] Aunque los créditos del disco no facilita nombres, es más que probable que el oboe fuera Hans Kamesch, primer oboe en la Filármonica de Viena por aquellos años. A su lado estarían músicos de la talla de Leopold Wlach (clarinete), Karl Öhlberger (fagot), Gottfried von Freiberg (trompa), y Alfred Boskovsky (corno di bassetto), primeros atriles de la orquesta tras la guerra y todos ellos, menos Boskovsky, miembros por entonces -junto al flauta, Hans Reznicek- de la Bläservereinigung der Wiener Philharmoniker.

[6] El conjunto toma su nombre de la Serenata para vientos en Do menor K 388, conocida también por “Nacht musique”. Según Roger Hellyer, la asociación del término con esta obra puede ser errónea. Mozart lo usa dos veces: primero en 1781 para referirse a la versión para sexteto de la K 375 y otra vez, al año siguiente, para referirse a la posterior versión aumentada para octeto. De lo que se colige que el sobrenombre de "Nachtmusique" debiera corresponder a la primera de las serenatas. (Citado en “Harmoniemusik and other works for multiple wind instruments”, pp 284 y 286. The Mozart Compendium. H.C. Robbins Landon, Ed. London, 1990).

[7] Este movimiento es prácticamente idéntico al segundo del Cuarteto para flauta, K. Anh. 171. Durante algún tiempo se dudaba si Mozart era el autor de ambas y también cuál había sido compuesta en primer lugar. Hoy se cree que la versión para flauta es un arreglo anónimo de la Serenata, encargada por Bossler que publicó el cuarteto en 1788. (Roger Hellyer, 1999).


REFERENCIAS:
MOZART, W. A. : Serenata en Si bemol mayor, “Gran Partita”, KV 361, Allegro assai, KV 484b, Adagio, KV 411, Adagio, KV 580a, Adagio, KV 410, Dúos 10, 7, 11 & 12, KV 487. Nachtmusique: Michael Nieseman, oboe. Piet Dhont, oboe. Eric Hoeprich, clarinete, corno di bassetto y dirección. Toni Salar Verdu, clarinete y corno di bassetto. Carles Riera, corno di bassetto. Albert Gumí, corno di bassetto. Jane Gower, fagot. Javier Zafra, fagot. Teunis van der Zwart, trompa. Helen MacDougall, trompa. Erwin Wieringa, trompa. Bolko Kloosterman, trompa. David Sinclair, contrabajo. GLOSSA GCD 920605.

miércoles, 27 de abril de 2016

Abandonaremos (¿momentáneamente?) el mundo del Lied con este interesante disco de DG dedicado a las canciones de siempre de Schubert en arreglos para voz y orquesta. Publicado originalmente en Octubre de 2003 lo recuperamos ahora para nuestro blog.

LIEDER DE SCHUBERT PARA ORQUESTA 

La enorme popularidad de las canciones de Schubert propició que compositores de la talla de Brahms, Liszt o Berlioz hicieran numerosos arreglos de las más familiares. Bien conocidas son, por ejemplo, las virtuosísticas transcripciones para piano de Liszt pero también lo son, aunque algo menos, los arreglos efectuados para voz y orquesta. Este nuevo disco, que reúne a tres estrellas del panorama discográfico actual: Anne Sofie von Otter, Thomas Quasthoff y Claudio Abbado, nos acerca al particular universo del lied schubertiano en arreglos para orquesta firmados por compositores del siglo XIX y por otros más cercanos en el tiempo como Webern, Reger o Britten.

El programa está dividido en dos partes: diez canciones asignadas a la mezzo sueca y nueve al barítono alemán además de dos sendas propinas repartidas entre ambos artistas. La grabación tuvo como base una serie de conciertos celebrados en vivo el año pasado en París y la excelente toma de sonido no delata -salvo alguna tos perdida- el origen del registro.

En la historia del disco no son nuevas estas aproximaciones orquestales. Si entramos en el túnel del tiempo, podremos encontrar numerosos ejemplos: un Im Abendrot de 1922 en la imponente voz de Friedrich Schorr, un Ständchen a cargo de la soprano Maria Ivogün de 1923, un Die Post del mismo año con Frida Leider o varias versiones del Erlkönig como las del tenor francés Georges Thill de 1930 o la del barítono francés, Charles Panzéra de 1934. (La de Thill, versión traidora donde las haya, posee además la curiosidad de incluir la voz de un barítono para el personaje del padre y una voz blanca para el personaje del niño)

Este nuevo disco es una tentadora recopilación de esta música metamorfoseada que indudablemente aporta una nueva visión a estas canciones de siempre. De todos los arreglos debemos destacar los de Brahms que manteniéndose fiel al original muestran un marcado colorido orquestal. No cabe duda que el arreglo de EllensZweiter Gesang para cuatro trompas y tres fagotes resulta muy brahmsiano sin por ello perder el espíritu del original. Desde el respeto, Webern contribuye con partituras no intervencionistas que realzan el original muy en contraste con la fuerza de la orquesta de Reger cuyos arreglos resultan muy reveladores como en el caso de Prometheus. Sensacionales las juguetonas maderas propuestas por Britten en Die Forelle.
El disco se abre con la 'Romanza' D 797 de Rosamunde (orquestación del propio Schubert, claro) en la sentida interpretación de la mezzo sueca que ya había grabado la obra completa con mismos director y orquesta en 1990. Von Otter es una cantante que ha dedicado una buena parte de su ya dilatada carrera al mundo del lied. Sus interpretaciones de estas canciones son por lo general elegantes, delicadas y bien matizadas, a tono con una cantante de su categoría. Pero también es cierto que a estas alturas su voz a veces pierde luminosidad y cuerpo. De todos modos, debemos reconocer versiones de mucho interés en Nacht und Träume, donde su voz aterciopelada consigue una atmósfera verdaderamente de ensueño, o Gruppe aus dem Tartarus, donde la mezzo sueca despliega todo su poderío vocal siempre arropada por la atenta dirección de Abbado. 
En otros casos, su dramatización de una partitura es algo plana y carente de tensión aunque no se advierta nada particularmente negativo como es el caso de suErlkönig. Sí se advierte, sin embargo, que no supera a cantantes de otro tiempo como Frida Leider, Martha Fuchs y, especialmente, a la gran Germaine Lubin que grabara en 1939 una versión monumental, apremiante y desbordante de emoción.

Desde el punto de vista vocal, el barítono alemán Thomas Quasthoff es un cantante portentoso aunque su voz no sea particularmente hermosa. Si a ello le añadimos su elasticidad vocal, su seguridad interpretativa y una profundización del texto nada habitual podremos concluir que su parte resulta en conjunto mucho más interesante que la de su colega. Quasthoff nunca sacrifica el recogimiento en las canciones más íntimas como Du bist der Ruh o An die Musik mostrando una media voz y un canto legato de gran belleza mientras que en otras resalta su potencia vocal como en Prometheus, convertida por Reger en una impresionante escena de ópera romántica. 
En An Schwager Kronos muestra fuerza expresiva y una intachable línea de canto, con una voz siempre firme y bien proyectada. No debemos pasar por alto su versión de Erlkönig a la que tantos grandes barítonos de ayer y hoy han puesto su voz. Quasthoff comprende bien el carácter narrativo y teatral del famoso texto de Goethe y caracteriza acertadamente a los diferentes personajes. En su arreglo Reger carga las tintas y realza el drama con su terrible final a través de su orquesta post-romántica. Tras esta versión de alto voltaje escuchar el Geheimes de von Otter es como puro bálsamo para lo oídos. El disco se cierra con el delicado y transparente arreglo de Offenbach de Ständchen (con los pizzicati de las cuerdas y los ecos de las maderas) cantado con la misma delicadeza y transparencia por Quasthoff. ¿Cómo no pensar aquí en la maravillosa Barcarola de Offenbach 'Belle nuit, ô nuit d'amour', dejar volar la imaginación y establecer paralelismos con el 'Leise flehen meine Lieder durch die Nacht zu dir' de Schubert?

En definitiva, un disco para disfrutar de algunas de las melodías schubertianas de siempre bajo otro prisma en interpretaciones vocales de nivel y con un Abbado sensacional. Por cierto, que nadie busque el Ave Maria porque no está y eso que arreglos y transcripciones de todo tipo no faltan. Quizás por eso mismo no se ha incluido aquí.
 
REFERENCIAS:
F. SCHUBERT: Lieder con orquesta. En arreglos de Brahms, Berlioz, Liszt, Reger, Webern, etc. Anne Sofie von Otter, mezzo. Thomas Quasthoff, barítono. Chamber Orchestra of Europe. Claudio Abbado, director. DG 471 586-2